Un desayuno anual

por Emiliano Rodríguez Briceño
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Las fiestas anuales de invierno, aparte del frío y las gripas, traen algunos buenos encuentros, epistolares y personales. Para mí, uno de ellos, es la posibilidad de reunirme en eventual desayuno, con la familia de Jorge, esposo de la hermana de quien fuera mi esposa anterior. A pesar de los 25 años de ya no ser familiares políticos, me une con sus hijos un afecto que ha trascendido la sangre y el tiempo, y con él, una amistad hecha del encuentro intelectual, moral y ético. He aprendido mucho de Jorge y aunque coincidimos poco en el aspecto religioso, siempre lo he considerado un buen hombre que une una gran inteligencia a creencias que lo atan, desde mi muy particular punto de vista. Tiene un gran interés en identificar patrones sociales y encontrar sentido a los comportamientos grupales con el motivante impulso de aprovecharlos para mejorar las relaciones y la productividad sustentadas en impulsos internos positivos.

De él aprendí lo que llama la “cultura de servicio”, probablemente la mejor y más honesta forma de motivación empresarial que he conocido y con la que me he sentido comprometido. Un proceso inteligente, estructurado y profundamente ético que beneficia realmente a las personas y a la empresa o institución, haciendo crecer a su personal hasta el nivel de ser capaz en muchos casos, de dejar atrás a sus supervisores o jefes y que al mismo tiempo aporta seriamente elementos para mejorar la eficiencia desde el interés de los empleados por ser mejores.

En nuestro último encuentro, mientras el 2022 da sus pasos finales, platicando sobre el panorama social que presenta nuestro país, me comentaba de su visión del sentido que han tomado los dos grandes centros de decisiones y dirección de la sociedad, el gobierno y sus diferentes estructuras y por otro lado la sociedad particular. Para esta última el valor por excelencia es la eficacia, mientras para el primero lo es la lealtad, sin límites y mientras más ciega, mejor. Por encima del conocimiento y la capacidad, en ambos casos dejando atrás valores como la honestidad y el compromiso con la propia sociedad, aunque de dientes para afuera se presuma otra cosa.

Disentí en cuanto al concepto de lealtad y al final coincidimos en que el gobierno no demanda lealtad, porque en principio la lealtad se otorga y es un valor que ennoblece al que la entrega y al que la recibe. La lealtad es libre y es de ida y vuelta. Lo que el gobierno demanda de sus seguidores es servilismo sin reciprocidad y si no se otorga, se da el ostracismo en el mejor caso, cuando no la condena y el rechazo. Las acciones de arriba no se discuten, no tienen que explicarse y no se exigen recompensas, sino que se otorgan dádivas cuando mucho.

Un servilismo más propio de sectas que de organizaciones políticas, sin importar la razón o rectitud de las acciones del líder. Sus ideas y demandas se sacralizan y quien no las acepta o las discute merece anatema por la herejía de oponerse.

Esto es condenable en una secta y definitivamente debiera evitarse en una sociedad libre como la que pretendemos ser o como la que desearíamos ser. Pero convertirlo en una política de gobierno o aceptarlo como principio social bajo el que se gobierna suena aberrante. Pero la democracia lo hace aceptable porque la simple mayoría numérica de individuos lo valida. ¿Qué es lo que falla? ¿La cultura o incultura tan estratificada y desigual de nuestro pueblo? ¿El concepto de democracia universal en la que no importa el nivel sino solamente el individuo? ¿La falta de contrapesos efectivos en nuestro sistema presidencial? ¿Qué es preferible una dictablanda ilustrada a una democracia general?

Ni concluimos ni encontramos respuesta satisfactoria y queda para el próximo desayuno anual. Y ahí queda el dilema para cada uno de los mexicanos (¿somos una especie pensante todos nosotros?) pero no cabe duda que México merece una respuesta y no caminar todos juntos, los unos y los otros, simplemente como los lemmings del mito suicida.

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Jorge Pinedo Rivera 28 diciembre, 2022 - 1:50 pm

Hola Emiliano: En relación a nuestro desayuno y plática sostenida me fue ilustrador de tu comentario en relación a la lealtad. Clarifiqué que cuando se exige lealtad y no hay correspondencia de quien la exige entonces se vuelve servilismo, así como que cuando se exige eficacia y eficiencia y no hay reconocimiento se cae en el utilitarismo y explotación. Un instrumento para evitar tales acciones en contra del ser humano es propiciar la Cultura de Servicio en los grupos sociales. Será cuando la eficacia y la lealtad tomen un proceso realmente constructor de la sociedad y de las personas. Te agradezco tu buena opinión que expresas hacia mi persona en el presente artículo.

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