Bandido se quedó dormido

por Emiliano Rodríguez Briceño
6 comentarios

El doctor le había rasurado la muñeca para dejar accesibles las venas. Picó buscando, pero el ojo de la aguja permaneció seco. Sacó la aguja y buscando cuidadosamente la vena volvió a picar. De inmediato brotó la gota de sangre y rápidamente conectó el delgado tubo de plástico colgado de la bolsa de suero que pasaba entre Irma y yo. Ella lo jaló suavemente para que se recostara en la camilla y el doctor puso a través del acceso que los tubos tienen para pasar medicinas, la primera jeringa del medicamento tranquilizante. De inmediato se relajó y dejó caer la cabeza suavemente. Irma inclinó la cabeza y la pego a la suya mientras sollozaba en silencio. Era sólo el inicio del proceso final.

Sabíamos que este momento tenía que llegar y que una terapia de inmovilidad o reposo forzado podría haberlo retrasado, pero desde el principio eso había sido descartado. Correr con la manada, jugar con la pelota entre los dientes o saltar en su busca, subir las escaleras tras nosotros y brincar a la cama antes de dormir eran su alegría. Sin eso, el sufrimiento sería mayor que el dolor y negárselo por mantenerlo a nuestro lado hubiese sido un acto de apego egoísta. Irma había decidido desde el principio que lo dejaríamos vivir libremente hasta que el sufrimiento evidente hiciera necesario dormirlo.

La espondilosis deformante es una condición degenerativa de la columna vertebral que se caracteriza por la producción de espolones óseos a lo largo de la parte inferior y lateral de las vértebras, principalmente. Estos espolones son neoformaciones óseas comúnmente llamadas “picos de loro”, que se presentan normalmente como respuesta al envejecimiento o a la inestabilidad espinal.

La espondilosis deformante se puede presentar en cualquier lugar de la columna vertebral, pero hay una mayor incidencia de la misma en la columna torácica y lumbar caudal o lumbosacra. Los animales mayores y de razas grandes se encuentran en mayor riesgo de desarrollarla. Inestabilidades en la marcha, como cojeras, lesiones de rodilla o de cadera predisponen a sobrecargas o tensiones espinales que favorecerán su aparición. También puede ser congénita y desarrollarse a edad relativamente temprana.

Solo tenía 7 años cuando la enfermedad se hizo evidente. Los espolones pueden crecer tanto que se unen unos con otros y rigidizan la columna causando fuertes dolores, llegando incluso a romperse ocasionando mayor sufrimiento. Irreversible e incurable. Por lo general el tratamiento es conservador, y dependerá de los síntomas mostrados. Una combinación entre una terapia farmacológica adaptada, de ser necesaria, y un programa rehabilitador acompañado de una nutrición óptima y control del peso pueden mejorar la calidad de vida de los pacientes y retrasan en alguna medida el avance de la espondilosis.

Era todavía un perro muy joven y su instinto de jugar y retozar no era la mejor recomendación de tratamiento, pero encerrarlo sin dejarlo ser hubiera sido terrible para él. Disminuimos solo en lo posible el exceso de su actividad y tuvo algo más de un año de vida casi normal. Evitábamos la competencia abierta con Frijol, su hijo ya adulto y en plena forma, pero corría y jugaba alegremente. Limitaba las carreras a 30 o 40 metros y a 4 o 5 seguidas, pero después de no más de 2 horas metía su hocico con su pelota mordida bajo mi brazo y me sacaba del escritorio para ir a otra tanda de juego.

Le gustaba que le arrojara la pelota hacia arriba para saltar y capturarla, para lo que era muy hábil. Les tomaba algunas fotos y como era lógico, Irma me pedía que no lo hiciera mucho para no lastimarlo.

Los tres últimos años han sido mis compañeros más constantes. Era un hermoso perro, era un buen perro, un excelente compañero, algo tímido pero rápido y bravo cuando sonidos desconocidos llegaban a las puertas. En las noches, cuando decía -Arriba- era el primero en llegar a la puerta de la recámara para prepararnos a dormir.

Estaba de pie acariciándole el costado, mientras Irma, sobre su cabeza le hablaba tiernamente. El doctor puso dos jeringas más y sus latidos se fueron perdiendo hasta que el doctor solo los percibía con el estetoscopio. Nos dijo que probablemente todavía nos oyera si le hablábamos.

Irma me cedió su lugar y me senté junto a su cabeza, acariciándolo y cerrando sus ojos. Cuando venía a que lo acariciara, le ponía las palmas tapando sus ojos y acariciando con los dedos bajo sus orejas. Aparentemente le gustaba porque se quedaba quieto un buen rato, antes de salir corriendo nuevamente.

No se en que momento se fue definitivamente. Solo oía los suaves sollozos de Irma. Bandido ya no estaba con nosotros. O quizá estaba y estará por siempre entre nosotros mientras nuestro recuerdo lo traiga.

Llegaron a buscarlo para llevarlo a cremar. Nos traerán sus cenizas y en su pequeña urna se unirá a quienes lo precedieron y que nos siguen en el silencio. No hay un Bandido entre nosotros en este momento. Se quedó dormido.

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6 comentarios

Irma 9 julio, 2022 - 12:57 pm

Que manera de contarlo tan extraordinaria, te admiro 🐾🤍

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Juan Erik Rodríguez Granados 9 julio, 2022 - 1:55 pm

Un abrazo para ti y para Irma.

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Anglica 9 julio, 2022 - 7:59 pm

Te amo papá y te abrazo desde acá

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María Alma Guerra 9 julio, 2022 - 9:00 pm

Duele el amor

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Rosa 10 julio, 2022 - 7:55 am

Gracias por compartir un momento tan emotivo, es difícil despedirse de un amigo incondicional

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Ramiro Aurin 9 julio, 2023 - 1:58 pm

Querido Emiliano, es un privilegio disfrutar, aunque ahora sea en la distancia, de esa mezcla de inteligencia, sensibilidad y ternura que eres. En tu delicada descripción del dolor de Irma, nos sentimos encarnados todos los que tenemos perros y gozamos de esa disposición alegre y leal que también has descrito. Te quiero Emiliano.

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