Por Oscar Pimentel
El cambio tecnológico acelerado en el siglo 21 es una tendencia global que afecta radicalmente nuestra realidad cotidiana y un factor determinante de la calidad del desarrollo de nuestro país. Su impacto en la economía, el bienestar de la población y en la política ha tenido consecuencias inimaginables hasta los años recientes.
El reto es hacer del cambio tecnológico un componente del crecimiento económico y del mejoramiento del desarrollo humano; evitar que genere exclusión del mercado de trabajo y descomposición social.
Por ello, necesitamos de una estrategia, de una política pública que nos permita hacer frente a esta tendencia que, si no actuamos oportunamente, amenaza con profundizar las desigualdades del país respecto a las naciones más avanzadas y agravar las condiciones de atraso y de pobreza que ya prevalecen. Si en los países ricos el cambio tecnológico es cada día más disruptivo, en el nuestro puede ser catastrófico. Se calcula que en las próximas décadas la automatización podría remplazar más de la mitad de los empleos en los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Durante las últimas décadas, han surgido desarrollos tecnológicos que ni los mejores escritores de ciencia ficción anticiparon. La conexión del mundo a través del internet, el sistema más poderoso jamás concebido para recabar, procesar, diseminar y usar información que ahora se revoluciona con la SG, la red móvil de quinta generación que dará un nuevo impulso a la automatización; el internet de las cosas (IdC), una red automática que enlaza productos, servicios, actividades, lugares y personas con dispositivos que harán posible conectar y controlar una gran cantidad de aparatos o instalaciones; la realidad virtual, que nos puede llevar fuera del mundo real y remplazarlo por un mundo totalmente virtual con fines de aprendizaje o de entretenimiento, y la realidad aumentada que permite sobreponer imágenes virtuales al mundo real y es de gran utilidad en los procesos y operaciones de diferentes actividades.
El salto más impresionante y que lidera el cambio tecnológico exponencial es sin duda el avance de la Inteligencia Artificial (IA), un tipo de inteligencia no biológica que denota sistemas de aprendizaje de las máquinas. Su aplicación cada vez mayor en todas las actividades humanas hará que el futuro sea muy diferente del presente. Estos sistemas de tecnología de la información y comunicación, de tecnologías digitales y robóticas, están hechos para aprender por ellos mismos, procesar inmensas bases de datos, de comunicarse entre sí, de interactuar con el entorno, con cosas y personas.
Las aplicaciones de la nueva tecnología son innumerables: robotización de la actividad industrial, automatización de procesos y servicios, tecnologías biométricas, casas inteligentes, impresión 3D, drones y vehículos autónomos, sistemas de vigilancia y seguridad, distribución digital de contenidos multimedia en directo (streaming), supermercados inteligentes, etc.
Aunque la aceleración del cambio tecnológico era ya extraordinaria en los países más avanzados, la pandemia de coronavirus vino a forzar en todo el mundo la adopción de las aplicaciones de las tecnologías de la información y la comunicación, tanto en el ámbito laboral, como en la educación y la vida personal. Fue un salto extraordinario. Nuestro modo de vida, apoyado en la tecnología, cambió de manera asombrosa. Por ello, lo más probable es que estos pasos que ya dimos nos permitan percatarnos y enfrentar el complejo desafío que significa para nuestro futuro el cambio tecnológico exponencial.
Nos hace falta una carta de navegación para construir el futuro. Es indispensable una estrategia de alcance nacional que impulse el desarrollo científico y tecnológico, una política económica e industrial acorde a la nueva globalización que vivimos, y un proyecto educativo que le dé sustento a la visión del país que queremos ser.